Información y consejos sobre el crecimiento y la salud de los niños,
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Cómo lavarse las manos (para protegerse de las infecciones)

Cómo lavarse las manos

A lo largo del día tocamos muchos objetos y personas con las manos. Nuestras manos se convierten en un caldo de cultivo de gérmenes y pueden ser una fuente de infecciones: los virus y las bacterias de nuestras manos se transmiten a nuestro cuerpo cuando nos llevamos las manos a la boca o la nariz o nos tocamos los ojos.

Esto también ocurre -¡y especialmente! – para nuestros hijos: tocan objetos, el suelo, comparten juegos y en un momento se llevan las manos a la boca, se frotan los ojos y la nariz.

La única manera de evitar que esto ocurra es lavarlos con frecuencia.

Educar a tu hijo para que se lave las manos con frecuencia y correctamente puede ser complicado.

He aquí cómo ayudarle con la correcta higiene de las manos.

¿Cuándo hay que lavarse las manos?

Debemos recordar a nuestro hijo que se lave las manos:

  • antes de comer (incluidos los tentempiés);
  • después de ir al baño;
  • cada vez que vuelve a casa después de jugar al aire libre o en lugares públicos;
  • tras el contacto con los animales;
  • después de estornudar o toser (si se cubre la boca con las manos), o después de sonarse la nariz;
  • si ha tenido contacto con algún amigo o familiar enfermo.

Hay que tener paciencia y animar al niño a que se lave las manos con frecuencia, no sólo en casa o cuando esté con nosotros, sino recordarle que lo haga también cuando esté en el colegio, con los amigos o en cualquier otro lugar.

Los niños aprenden de los adultos, y la mejor manera de transmitir un buen hábito es dar un buen ejemplo. Mamá y papá, por su propia salud y la de su hijo, deberían ser los primeros en acordarse de lavarse las manos al mismo tiempo y en más de un lugar.

  • antes de manipular los alimentos para la preparación de las comidas;
  • después de tocar alimentos crudos, especialmente carne, pescado, aves y huevos;
  • antes y después de cambiar el pañal del bebé;
  • después de manipular la basura o el dinero;
  • siempre, en cuanto llegan a casa.

¿Cómo lavarse las manos correctamente con agua y jabón?

La correcta limpieza de las manos de nuestro hijo requiere el cumplimiento de unas sencillas reglas.

Niño pequeño que no puede lavarse las manos

Si el niño es pequeño y somos nosotros los que le ayudamos, tenemos que hacerlo:

  • mojar las manos del niño con agua corriente;
  • aplicar jabón de manos (mejor el líquido que la pastilla de jabón, ya que ésta puede ser una superficie en la que proliferan los gérmenes al estar expuesta al aire) en ambas palmas y ayudar al niño a frotarlas bien, palma con palma, en el dorso, entre los dedos y bajo las uñas;
  • continuar frotando durante al menos 20 segundos para eliminar eficazmente los gérmenes (manteniendo el grifo cerrado para evitar el desperdicio innecesario);
  • enjuagarse bien las manos con agua corriente;
  • sécalos con una toalla personal pequeña o con papel desechable;
  • cerrar el grifo con una toalla o papel desechable (no tocar el grifo con las manos).

Niños mayores que puedan lavarse las manos

Si el niño es mayor, tendremos que instruirle correctamente para que sea capaz de lavarse bien las manos por sí mismo. Hay que recordarle los 5 momentos fundamentales:

  1. mojar las manos;
  2. hacer una buena espuma;
  3. frotar, frotar, frotar;
  4. enjuagar con agua corriente;
  5. se seca.

¿Durante cuánto tiempo te lavas las manos?

El error más común es el lavado de manos rápido, que a menudo se reduce a pasar las manos bajo el agua durante unos instantes. Puede ser útil lavarse las manos durante un tiempo adecuado, enseñando y tarareando con el niño un estribillo o una melodía que dure 20 segundos durante el lavado (por ejemplo, “Cumpleaños feliz”), para estar seguro de que se está lavando correctamente.

¿Y si no hay agua y jabón?

La mejor manera de mantener las manos limpias es utilizar agua y jabón, especialmente cuando las manos están visiblemente sucias o grasientas.

Cuando esto no es posible, o en situaciones en las que no se dispone de agua y jabón, podemos utilizar geles o toallitas desinfectantes hidroalcohólicas. Es preferible elegir productos desinfectantes que contengan al menos un 60% de alcohol. También se pueden utilizar productos galénicos para este fin (es decir, preparados por las farmacias y etiquetados en consecuencia). En comparación con el jabón, los desinfectantes en gel (aunque son mucho más prácticos en algunas situaciones) no eliminan otras sustancias de la piel (por ejemplo, la grasa o el aceite) y no son adecuados para las manos muy sucias.

Las soluciones desinfectantes también deben frotarse a fondo por toda la superficie de las manos (en la palma, el dorso y entre los dedos) hasta que se sequen.

Estos productos son un poco más agresivos y tienden a resecar la piel, por lo que no se recomienda utilizarlos con demasiada frecuencia. Además, cuando el niño utiliza estos geles es necesario supervisarlo para que no se los trague ni los ponga en contacto con los ojos.

También hay limpiadores bactericidas en el mercado. Estos productos no deben utilizarse con frecuencia, sino sólo de forma esporádica, ya que son más agresivos y también destruyen la flora cutánea normal, que es esencial para el bienestar de la piel y para su defensa contra las infecciones por gérmenes patógenos.

Geles galénicos y de bricolaje: ¿son realmente seguros?

En 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) proporcionó orientaciones sobre la preparación de productos para la higiene de las manos en los casos en que no se disponga de productos de higiene de las manos “industriales” listos para usar.

La receta de la OMS para un litro de producto es la siguiente:

  • 833 ml de alcohol etílico al 96%;
  • 42 ml de peróxido de hidrógeno al 3% (o 10 volúmenes);
  • 15 ml de glicerina al 98% (glicerol);
  • agua destilada o hervida y enfriada, la cantidad necesaria para hacer un litro.

Pero cuidado: la receta propuesta por la OMS es para uso de farmacias y laboratorios que puedan garantizar su correcta preparación, etiquetado y conservación. No se recomiendan los preparados de bricolaje: algunos componentes son muy irritantes y pueden tener efectos secundarios peligrosos.

Además de lavarse las manos… algunos consejos contra los gérmenes

También podemos prevenir la propagación de gérmenes reduciendo el contacto de éstos con nuestras manos y las de nuestro hijo.

Esto es posible con dos medidas importantes:

  • mantener el entorno limpio: hay que prestar especial atención a la zona de la cocina y a las superficies utilizadas para la preparación de alimentos. Para la limpieza del baño y de las zonas de cambio de pañales se recomienda utilizar soluciones de hipoclorito de sodio, es decir, lejía normal (¡tenga cuidado de mantener la lejía y otros desinfectantes fuera del alcance de los niños! );
  • tomar precauciones cuando nuestro hijo o familiar está enfermo: los niños, pero también los adultos, suelen estornudar o toser libremente o utilizar las manos como escudo cuando están resfriados o tosen. Al hacerlo, los gérmenes se propagan en el ambiente y se instalan en todas las superficies que tocamos después si no nos lavamos las manos inmediatamente.  La primera precaución que hay que tomar para evitar el contagio de gérmenes será, sin duda, cubrirse la boca y la nariz, pero sin usar las manos y utilizando en su lugar un pañuelo desechable, que debe tirarse inmediatamente después de usarlo. Si no tenemos un pañuelo, utilizaremos el hueco del brazo doblado por el codo como barrera.

Así evitaremos contaminar nuestras manos y todas las superficies de los objetos de alrededor.

Manos limpias… pero sin exagerar

Como hemos dicho, la limpieza de las manos (y del entorno) es una medida fundamental para la salud del niño y la nuestra. Sin embargo, esto no significa limitar la actividad del niño en el juego ni esterilizar todos los objetos que toca.

Recuerde que en la piel y las mucosas hay una cuota de gérmenes que son esenciales para nuestro bienestar y que el uso excesivo de productos demasiado agresivos contribuye a una selección de gérmenes resistentes (al igual que ocurre con el uso inadecuado de antibióticos).

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